Querido y amado pueblo de Condoto “charurarura” himno que nos une a través de su letra, fiel retrato de lo que somos, tierra del platino, escaso en materialidades vánales y rico en amor y sanas costumbres.
Me dirijo a través de
esta misiva para expresar el amor que por esta tierra siento y el compromiso de
dar lo mejor de mí, sin importar el lugar o la posición que ostente. Es una
manera de devolver lo que considero me ha brindado aquella tierra, nuestra
tierra. Valores y principios del más alto peso ético y moral.
Sin embargo he visto y hasta
he vivido en carne propia la manera como se ha desdibujado todo aquello que nos
definía como condoteños, desde su música, la guitarra que acompañaba largas
jornadas bohemias y alboradas llenas de recuerdos, amores, desamores,
conquistas y grandes tertulias hasta ver la aurora en distintos rincones de mi
pueblo, con una boda y el sarten tublú de queso partido a mano o en troncos para
que el sabor se conservara cuando el arroz pututeaba, o su buen caldo de
guacuco, de los que sabía pescar el cojo Pambe, Célimo y Esaú, también se ha
perdido el saludo cortes, la reverencia al mayor, la solidaridad al vecino y al
extraño que nos necesitaba. Lamentablemente todo esto ha quedado en los
anaqueles de un pasado glorioso.
¿Me pregunto porque
hemos pisoteado lo más bonito que teníamos en nuestros corazones?, porque la
humildad se ha desvanecido?, en cambio la maldad, la manipulación, la mentira,
la traición, la envidia, el chisme criminal y acusador, la sed por el poder y
el dinero crecen y aumentan de la misma forma en que aumenta la sombra cuando
el sol declina.
¿Acaso nuestros
antecesores, nuestros viejos, aquel hombre y mujer condoteña trabajadores,
honestos, humildes, nos enseñaron a ser en lo que hoy nos hemos convertido?
Es menester formularnos
los siguientes interrogantes:
¿Cuál es el origen de
tan abrupto cambio en nosotros los condoteños?
¿La ruptura del tejido
social y lazos tan fuertes como la hermandad y fraternidad es producto de la
política o mejor de la politiqueria?
¿Podemos ser capaces de
reconciliarnos todos como hermanos condoteños que somos?
¿Son tan grandes las
diferencias que no podemos acercarnos al otro y decirnos honestamente
mirándonos a los ojos “me equivoque” “lo lamento”?
Los exhorto y por
supuesto participare de este ejercicio, más que mental, del corazón, de ser
necesario, auscultaremos nuestra propia conciencia, depondremos nuestras armas
basados en un orgullo absurdo, para que unidos seamos más grandes que nuestras
diferencias enquistadas como cáncer que carcome nuestro ser, sepultándonos
vivos en el cadalso y juntos superemos esta guerra silenciosa y fría que nos
convierte en la pequeña patria boba, incapaz de superarse a sí misma.
Condoteños, sin duda
alguna somos más grandes que estas circunstancias y el reto que tenemos todas y
todos, es cambiar nuestras circunstancias como un solo ser, un solo cuerpo, una
sola mente y un solo corazón.
Aun sueño con ese
pueblito que nos vio nacer, con ese pequeñito lugar que tanto amamos, con aquel
pueblo que llegué a comparar con la Jerusalén antes de su destrucción, reina e
hija de Sión, tabernáculo de Jehová, como aquel pueblo que Dios miraba como la
niña de sus ojos, con ese amor solícito que solo ÉL puede brindar.
Éramos los preferidos
de Dios, como pueblo éramos tan felices y no nos dábamos cuenta de tan grade
bendición.
Condoto nos necesita,
espera lo mejor de nosotros.
Me suscribo con el
respeto de siempre.
De ustedes, mi gente
condoteña.
Junior
Lozano.