Reciban
todos mi más respetuoso y cercano saludo en el Señor.
Cuando
tratamos de entrar en sintonía con las cosas de Dios, todo nos sorprende: su
amor es tan grande y tan profundo que sobrepasa toda consideración. No lo
detienen lo frágiles que son nuestros propósitos y lo caducas que son nuestras
promesas. Su amor, que está por encima de todo lo humano, es el rector que
lleva a buen término todo.
Amparado
por esta convicción le he dicho sí al querer divino, manifestado en la voluntad
del Santo Padre, el Papa Francisco, que me llama a ser obispo de esta valiente
y joven Iglesia de Istmina – Tadó. Ante este llamado, totalmente alejado de mis
proyectos humanos, siento vibrante la Voz de Dios que me dice “No temas, pues
yo estoy contigo; no te angusties, pues yo soy tu Dios; yo te fortalezco y te
ayudo, y te sostengo con mi brazo victorioso” (Is. 41,10). De otra forma
habrían sido en vano mis 32 años de predicación sacerdotal y jugaría
peligrosamente con los designios divinos que son de amor y salvación; jamás de
condena.
Me
presento, entonces, ante ustedes, beneméritos sacerdotes diocesanos; ante
ustedes, queridos religiosos y religiosas; ante ustedes, amados seminaristas;
ante ustedes, fieles cristianos en general, a presidirlos en la caridad; como
caminante que se une a un valiente y decidido caminar, en búsqueda de Dios;
deseoso de luz para sumarle a las claridades, por ustedes, ya alcanzadas en unas comunidades ansiosas de
paz y de progreso; como hombre frágil y necesitado que en todos ustedes
encontrará solaz para el alma y bálsamo para las heridas que produce el avanzar.
Nos
corresponde juntos continuar el gran trabajo evangelizador de Monseñor Gustavo
Posada Peláez MXY, cuya intercesión celestial imploramos; el gran espíritu
catequético de Monseñor Alonso Llano Ruiz, su cercanía espiritual la sentimos
todos; el talante espiritual y evangélico de Monseñor Julio Hernando García
Peláez, el recuerdo agradecido de su ministerio episcopal lo convertimos en
oración por el éxito en su Diócesis de Garagoa. Y alabamos y bendecidos a Dios
por la presencia paternal y cercana de nuestro Arzobispo Monseñor Orlando
Antonio Corrales García, que como Administrador Apostólico en los últimos
meses, demostró su amor y entrega a la Iglesia. Juntos continuaremos este
inmenso legado.
“…Y esfuércense con santo temor en lograr su
salvación” (Fil. 2,12). Esta será nuestra consigna y la luz que ilumine nuestra
acción.
Imploro
para todos ustedes la bendición divina y ruego de todos su comprensión y
oración.
Mario
Álvarez Gómez Pbro.